La cultura de paz es por esencia una cultura de la cooperación que implica la exigencia de una verdadera toma de conciencia sobre su doble papel: educativo y como instrumento para el cambio social. Promover una cultura de paz necesariamente nos remite a pensar en procesos que implican espacios de encuentro, donde y desde la práctica educativa se puedan generar propuestas de transformación para una sociedad más justa y pacífica, otorgando voz a todos los miembros de la comunidad. Se trata de retomar el diálogo continuo entre teoría y práctica, a través de una visión de paz holística, en la que sea posible encontrar opciones y alternativas para la educación formal, no formal e informal, que permitan generar plataformas, redes de trabajo y espacios de transformación hacia una verdadera cultura de paz. La cultura de paz demanda como respuesta humanizadora de la globalización, esfuerzos de los sistemas educativos hacia la consecución de: la satisfacción de las necesidades básicas para suprimir las desigualdades; la promoción de la tolerancia y el diálogo entre las culturas; el ejercicio de la democracia; y la promoción de un desarrollo humano estable y duradero para aprender a vivir juntos.